• Entre enemigos
  • Autor Andrea Molesini
  • Editorial Ed. Lumen, Barcelona, 2011
  • Traductor César Palma
  • nº páginas 336

Andrea Molesini. ENTRE ENEMIGOS

27/9/2011 - JOSÉ MARÍA GUELBENZU

Entre enemigos comienza una noche del mes de Noviembre de 1917, cuando el capitán Korpium, del ejército prusiano, al frente de sus hombres, entra en Refrontolo, un pequeño pueblo de la provincia de Treviso, en la región del Veneto. Para él, y para dieciocho hombres entre oficiales y ordenanzas, requisa la casa familiar de los Spada. “Si creen que no pueden recibirnos –dice al capitán a María Spada-tendrán que desalojar la casa”. “Puede que sea usted un gran guerrero –le contesta ella-, pero sin duda no es un caballero”. Lo que sigue a continuación es el relato de la vida de la familia y del pueblo bajo el dominio alemán, primero, y el dominio austrohúngaro después, hasta que las tropas del general Clerici liberan la villa en Octubre del año siguiente, cuando “el águila de los Habsburgo, sombra y reliquia de las legiones, se pierde en el azul de los Saboya”.
La familia se compone de la abuela, el abuelo Guglielmo, la tía María, su sobrino Paolo, que es el narrador de la historia, y el servicio constituído por la fiel Teresa y su hija Loretta. También tienen una importancia decisiva el guarda Renato Manca, que se revelará como un destacado resistente, la joven y desinhibida Giulia y, en menor medida, el tercer novio de la abuela, el cura don Lorenzo y un aviador británico. La familia Spada es la familia prominente del pueblo. Alrededor de todos ellos girará esta historia de guerra minuciosamente contada por una escritura de poderoso nervio y una estructura de escenas muy bien construídas que se suceden linealmente dentro de un rico microcosmos.
En realidad es una historia de guerra sin acciones de guerra sobre la que recae todo el peso de la miseria moral y física de la guerra. El hambre, el despojo, las violaciones, la brutalidad de la soldadesca y el imperativo de la caza al enemigo conviven con la pintoresca y particular vida de familia que ha de desenvolverse en unas condiciones misérrimas donde la dignidad personal es sometida a vejaciones constantes y donde ésta trata de defenderse para no perder el respeto que se debe a sí misma. Es una historia de pequeñas cobardías y pequeños heroísmos donde la vida cotidiana sigue siendo cotidiana incluso en una situación excepcional. Pero lo más interesante del relato es la agobiante presencia de la guerra, el modo en que ésta está contada. El hambre, por ejemplo; la comida es un elemento casi obsesivo que llega a erigirse en coprotagonista; las idas y venidas por los bosques al amparo de la oscuridad en apoyo de la Resistencia; la iniciación del joven Paolo con la desenvuelta Giulia; la personalidad oculta de la tía María y su ambigua relación con el barón Von Feilitzsch, jefe del destacamento autrohúngaro, donde la cercanía de clase modula la obvia enemistad; la llegada masiva de los heridos al recrudecerse el frente del Piave; la propia sinrazón de la guerra a escala humana… poco a poco, paso a paso, escena por escena, la novela se va construyendo a sí misma cada vez con mayor densidad hasta alcanzar toda su fuerza en el último cuarto, donde la parte que podríamos definir como más costumbrista (vida común, diaria, los pequeños acontecimientos) desemboca en una situación de alta temperatura dramática perfectamente integrada en el tono cotidiano general.
La novela es realmente impactante. En ella, además del horror de la guerra, se deja ver la premonición del fin de una época y un modo de vida basado en el antiguo régimen que se desmorona sin remedio arrastrando a Europa entera desde este pequeño pueblo; y éste es, precisamente, el punto de vista elegido por el autor, lo que da toda su gracia al relato: un minúsculo pedazo de guerra donde se condensa todo el sinsentido de la guerra, cargado de imágenes de gran fuerza expresiva, como cuando Paolo mira a los soldados agotados, malheridos, llegados del frente, y piensa: “eran cuerpos vacíos, sanos, pero vacíos, con el alma ya despegada de la carne a la que ya no sabía asirse”; o esta impresionante visión de un joven soldado abatido: “El hombre que yacía en el suelo tenía un agujero en lugar de oreja. Ni una gota de sangre, sólo un agujero. Por un agujero tan pequeño se habían esfumado una vida entera: los esfuerzos de sus padres, las riñas con sus hermanos, los animales del patio, su primera noche de amor, la primera vez que, siendo niño, había dicho “yo”. Todo desaparecido a saber dónde, para siempre”.
Una primera novela que es un comienzo literario muy potente. Sólo cabe achacarle la resolución final, un tanto artificiosa, y una cierta dependencia del viejo neorrealismo italiano que, si bien diera alta gloria a la literatura italiana, aquí deja flotando un aire de déjà vu.

José María Guelbenzu.

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