• La calle
  • Autor Ann Petry
  • Editorial Seix Barral, Barcelona, 2021
  • Traductor Íñigo F. Lomana
  • nº páginas 462

Ann Petry. La calle

07/10/2022

En estos tiempos en que no abunda la literatura de ficción y sí el afán por contar la propia vida, encontrarse uno con una novela dotada de tanta imaginación, fuerza expresiva, vigor narrativo y ambición como La calle es pura felicidad literaria para el lector: un intenso relato de corte tradicional a caballo entre el mejor realismo americano de los años 40, el thriller y un medido y desacomplejado aroma a melodrama, nos ofrece una historia trágica y de poderoso contenido social; o sea, una de esas grandes novelas con las que se atrapaba a los lectores en los buenos tiempos.
En los años 20 se produjo en Nueva York una eclosión de arte negro que se conoce como Renacimieno de Harlem. Los tres libros que dieron la señal de salida fueron Helen shadows, de Claude McKay, Cane, de Jean Toomer y Confusión, de Jessie Farsset, a los que siguieron con los suyos los más distinguidos autores de este movimiento: Langston Hughes, Nella Larssen y Zora Neale Hurston. Además, el Renacimiento de Harlem tuvo otros protagonistas como los míticos músicos de jazz Louis Armstrong, Duke Ellington o Fletcher Henderson y pintores como Jacob Lawrence, Lois Maillou Jones o Aaron Douglas, conocido como el padre del arte afroamericano. A partir de este momento histórico, el Arte Afroamericano encontró su lugar en la cultura norteamericana.
1920 fue el año del nacimiento de Richard Wright, el autor de una novela sustancial de la literatura norteamericana, El hijo nativo; y al que seguirían nombres tan ilustres como James Baldwin, LeRoi Jones, Ralph Ellison, Toni Morrison y Alice Walker. Y en 1908, doce años antes, vino al mundo Ann Petry en Old Saybrook, una localidad de Nueva Inglaterra, donde apenas si vivían quince personas de color. Su padre era farmacéutico, como su abuela Anna Louise James, la primera mujer farmacéutica de Connecticut; Aunque pertenecían a la clase media establecida tuvieron algún incidente debido al color de su piel, pero apenas conocieron el maltrato, el odio y el desprecio de la mayoría blanca porque eran una familia fuerte y aceptada en su entorno social. Hija de los escritores del Renacimiento de Harlem, Ann se casó, trabajó como periodista y pudo dedicarse a la literatura gracias al éxito de su novela La calle. Así como Toni Morrison, nacida en 1931, veintitrés años después que Ann, fue la primera mujer afroamericana en obtener el premio Nobel, Ann Petry fue la primera en vender un millón y medio de ejemplares. La calle apareció en 1946.
Lutie Johnson, la inolvidable protagonista de esta novela, es una joven que ha tenido una vida progresivamente dura, que abandona la casa de su padre, un borrachín que sobrevive destilando alcohol para venderlo, se casa con un vecino, Jim y tienen un niño, Bub. Poco a poco, la pobreza, el rechazo racial, la falta de trabajo y la infidelidad de Jim la lleva la separación y se va con el chico a un sórdido apartamento en la calle 116 de Harlem, que será el epicentro de la tragedia.
Toda la novela es una impresionante denuncia del abismo entre blancos y negros en la sociedad americana. Ann Petry toma el punto de vista de Lutie Johnson. La mirada a su mundo procede de ella, la conciencia de humillación procede de ella, lo mismo que la de la pobreza. Es una muchacha ignorante, pero valiente; sin embargo, está encerrada un círculo diabólico: la falta de dinero, la falta de amigos, la indefensión a que la conduce la ignorancia y, lo peor de todo, que no sólo es el mundo blanco el que la desprecia sino que es la misma gente de su raza la que la abusa de ella de manera inmisericorde. Ann Petry no permite que sus emociones nublen la realidad: en ese mundo los hombres holgazanean y las mujeres se desloman trayendo dinero a casa, pero lo cierto es que no hay trabajo para ellos porque la desconfianza es la norma con que los blancos miran a los negros. Las personas cercanas a Lutie (el conserje, un sucio canalla que se venga en su hijo del rechazo de ella), la retorcida dueña del prostíbulo (que la tienta para pupila), el pianista con intenciones lascivas que le propondrá cantar en su banda y se dispone a venderla a su patrón por lo mismo, sólo quieren aprovecharse de ella. El final es uno de los más desoladores que ha dado novela alguna. La imposibilidad de salir del círculo de la pobreza se muestra de manera tan sobrecogedora que deja al lector noqueado.
Ann Petry tiene un escritura tradicional y directa, abarrocada y tan repetitiva como los pensamientos que la torturan, pero incansable en la persecución del alma de sus personajes, todos ellos extraordinarios, todos ellos perfectamente personalizados y encajados en el círculo infernal de Lutie. La novela es tan inteligente como desoladora. El look de los 40 es el marco perfecto para la narración, al estilo de todas las grandes películas del cine negro, pero la conciencia social en tan poderosa como la narración misma, por lo que acaba siendo mucho más que un thriller; su antecedente formal es el Theodore Dreiser de Nuestra Carrie, pero ahora la sociedad es más inclemente. La mirada de Petry es asombrosamente curiosa, penetrante y llena de matices, devora todo lo que ve, no pierde detalle por nimio que sea, no se le escapa nada del mundo alrededor de Lutie y va sacando progresivamente consecuencias apoyada en los pensamientos, sensaciones y sucesos de su memorable protagonista.

Página desarrollada por Tres Tristes Tigres