• La señora March
  • Autor Virginia Feito
  • Editorial Lumen, Barcelona, 2022
  • Traductor Juan de Sola
  • nº páginas 324

Virginia Feito. La señora March

07/10/2022

La peculiaridad de este libro parece más noticiosa que literaria (una escritora madrileña que escribe en inglés y ha sido muy bien acogida por los lectores y críticos norteamericanos) pero, afortunadamente, tras su lectura se confirma que es mucho más literaria que noticiosa. La crítica norteamericana ha llegado a comparar a Virginia Feito con un incono literario como Patricia Highsmith, lo que no es mala referencia literaria y esperemos, por el bien de Virginia Feito, que sólo literaria. En cambio, yo creo que en esta novela interiorista y doméstica su protagonista casaría más bien con un personaje como el de “La pared vacía” (Lumen) de Elizabeth Sanxay, un soberbio thriller llevado al cine por el gran Max Ophuls con un reparto estelar y que en España se estrenó con el título de “Almas desnudas”. Elizabeth Sanxay Harding era una escritora de novelas convencionales que vivió por el mundo acompañando a su marido, diplomático, y que al quedarse sola y con hijos se pasó a la novela negra (la de los Chandler y compañía, no la de ahora) para sobrevivir y lo hizo con éxito. El mismo Chandler la elogió sin reservas. Fue la reina del “domestic noir”,
En todo caso, el asunto de las comparaciones es siempre malo para un escritor porque la aspiración de todo autor que se precie es la de ser singular. Que a alguien le digan que es el Hemingway de Castilla y León no le hacen un favor, sino lo contrario. Virginia Feito ha creado un personaje excelente, lo ha mimado, lo ha detallado, lo ha construido y no se parece a nadie más que a quien ella ha decidido ser con una escritura sencilla, sin grandes complicaciones expresivas y muy eficiente.
La señora March es una mujer de mediana edad casada con un escritor de éxito, George March, que acaba de publicar su última novela, la cual está siendo un acontecimiento editorial. Pero el comentario de la dependienta de un negocio del que ella es clienta habitual desata la neurosis latente de la señora March: “Pero es la primera vez que se inspira en usted para crear un personaje, ¿no?” -dice la dependienta-. La señora March, entre ofendida y estupefacta, acierta al fin a decir: “¿Pero la protagonista no es… una prostituta?” y añade: “¿Una prostituta con la que nadie quiere acostarse?” y la dependienta remata la faena: “Bueno, sí, pero eso es parte de su encanto…”
A partir de este momento, la vida cotidiana de la señora March se convierte en una pesadilla que se va instalando poco a poco en sus emociones. Empieza a dudar de sí misma, de su marido y, sobre todo, de la estabilidad y seguridad de su vida. Esta es la historia de una inseguridad que se va comiendo paso a paso, inexorablemente, todo cuanto hasta entonces había sido valioso para ella. Al construir al personaje en su día a día, la autora va dejando caer, como las miguitas de pan de Pulgarcito, una serie de pequeños acontecimientos y pensamientos cotidianos que, por una parte, van conduciendo al lector hacia el fin de la historia y, por otra, muestran con intensidad un caso de inseguridad obsesiva en una persona que nunca se ha planteado salir de su mundo minúsculo, un mundo que, sin embargo, la agobia y la reduce a la nada como una condena elegida, pero que ella no es capaz de comprender. La señora March es una persona que no pinta nada en el mundo de su marido, que es consciente de ello, de que no hay nada que la pueda integrar en él o, al menos, concederle un lugar en el mismo más allá de la mera relación social. La señora y el señor March son inexistentes como pareja y sólo la costumbre los mantiene unidos. No es difícil darse cuenta del hilo tan fino que une ambas vidas y lo sencillo de que la realidad lo corte. La señora March no tiene otro refugio que su imaginación, que acaba por ser una enemiga.
En el inicio de una carrera literaria el debutante necesita disponer de una doble experiencia sin la cual escribir es como arrojarse al vacío: experiencia de la vida y experiencia literaria. La primera, es la propia de la mirada al mundo del aspirante a escritor, es decir: tiene que haber vivido lo suficiente como para haber madurado su conocimiento de la vida propia y ajena y haber colocado su mirada sobre ambas; por todo ello suele decirse que la novela es un género de madurez. Y la segunda es haber leído mucho, pero mucho y, a ser posible, de verdadera calidad literaria. Conviene dejar en claro que Virginia Feito demuestra cumplir sobradamente con ambas.
Por lo demás, si hay que constatar algunas vacilaciones en curso de la novela, éstas han de ser sólo las propias de una obra primeriza: algunas repeticiones, alguna lentitud ocasional, insistencias, cierta morosidad en parte de la exposición cuando se entrelaza con el nudo, que la autora resuelve con un desenlace excelente. Pero estas vacilaciones son, en el caso presente, peccata minuta y apenas dañan la historia, son lo que podríamos llamar peajes por un oficio recién iniciado; por todo lo cual creo que estamos ante una novela muy seria y muy, muy atractiva. Larga vida literaria a Virginia Feito.

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