La valentía es permanecer

2010 - ADOLFO SOTELO / LA VANGUARDIA

José María Guelbenzu (Madrid, 1944) inició su andadura novelística con “El mercurio” (1967) cuyo narrador Jorge Basco aparece como compañero de estudios universitarios de los protagonistas de “El amor verdadero”, Clara Zubia y Andrés Delcampo; se consolidó con “EI río de Ia luna” (1981) y diez años después con “La tierra prometida”, donde habitan personajes que también nutren las amistades de los protagonistas de la presente novela. Ello habla bien a las claras de la fuerte coherencia que el nuevo libro de Guelbenzu guarda con el resto de su obra y su valor de summa de su mundo narrativo, al trazar con mano maestra una crónica de la vida histórica española de 1945 al 2005, que sirve de marco y atmósfera dialogante de la aventura personayl existencial de la pareja protagonista. Novela de existencias paralelas y de experiencias intransferibles, de psicologías íntimas y de omnipresencia amorosa de circunstancias históricas y sucesos personales.

Para novelar esta imagen de la vida personal e histórica (invoco a propósito a Galdós) de Andrés y Clara, el novelista madrileño ha construido un discurso narrativo polifónico, heredero de una trayectoria adicta a cuidar la morfología de la novela en la excelente tradición anglosajona. De ahí que la narración surja desde tres voces diferentes y, a la vez, complementarias: la de Andrés, que narra desde el final de la historia de la novela (verano del 2005), la de Clara (enamorando al lector en cada página), que cuenta o monologa en los sucesivos presentes de la historia, y de un curioso narrador- llámeme asodeo"- que es "un cronista fiable de cualquier alma errante o sedente", según confidencia de la última Página del libro.
El contrapunto de estas voces de sus perspectivas dota la novela de un ritmo sugestivo y de una influencia y una amenidad sobresalientes.

La historia de “El amor verdadero” cruza el franquismo –desde 1945-, la transición y alcanza hasta más allá del atentado terrorista del 11 de marzo de 2004. Sesenta años de historia española y casi tantos de intrahistoria de una pareja, fraguada mágicamente en el momento que tenían cinco años (abril del 50) y forjada, en lo vital, alrededor de sus estudios de Derecho y de Filología Francesa, del primer encuentro sentimental en la cola de un cine para ver una película de Woodv Allen, del nacimiento de sus dos hijas, del cambio de orientación profesional de Andrés, del coqueteo elegante y fascinador de Clara, de las tentaciones y de las desavenencias de los encuentros y de la constancia. Intrahistoria de una pareja que da vida al amor verdadero (es la voz de Clara): "El amor es también sacrificio, pero merece la pena, más que nada en este mundo. Por eso, si hay fondo, la valentía es permanecer".

Una experiencia intransferible
La narración de la crónica externa y personal de este amor verdadero nace de la convicción -que es motivo recurrente de la novela- de que la experiencia personal es intransferible. "La vida demuestra que la
experiencia personal es intransferible” es la frase que abre la obra. "Pero el nudo qué nos ata a Clara y a mí, por lo que creo que me dice la experiencia, la intransmisible experiencia que llega hasta aquí, Lo
substancial del misterio, es el respeto mutuo", afirma Andrés al final del tranche de vie que ha narrado desde la atalaya del verano del 2005. Posiblemente esta convicción condiciona el tejido narrativo.
Es más, creo que el tema de la novela es la vivencia, mejor dicho, las vivencias de esa experiencia intransferible, que es el amor verdadero.

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