“Al atardecer de un día de otoño, no importa precisar el año, una barquichuela mugrienta y de ruin aspecto, con dos personas a bordo, surcaba las aguas de Támesis entre el puente de hierro de Southwark y el de piedra de Londres”.
Cuando Elizabeth Sanxay, una joven educada en excelentes colegios norteamericanos e incipiente autora de novelas románticas, contrajo matrimonio con el diplomático inglés George Holding, no podía imaginar que dieciséis años más tarde, con dos niñas a su cargo y los bolsillos vacíos en medio de la Gran Depresión, seguiría los consejos de su editor y empezaría a escribir thrillers hasta un total de diecisiete para sacar adelante a la familia; pero lo hizo, y con un temperamento de escritora de intriga que consiguió impresionar al mismo Raymond Chandler.
Anthony Berkeley es autor de una de las novelas de crimen y misterio más originales, que ha quedado como una obra maestra del género: El caso de los bombones envenenados.
Este es un canon personal que abarca tan sólo el género específicamente denominado Policíaco o De crimen y misterio. Abarca desde sus orígenes hasta el reconocimiento del género y su posterior desarrollo, por lo que estimamos que llega hasta los años cincuenta.
Cornell Woolrich, más conocido por su seudónimo William Irish y, en menor medida, por el de George Hopley, es uno de los más grandes narradores que ha dado la literatura de misterio.
Sayers vs. Sanxay o el policíaco frente al thriller. Antes de que la “novela negra”, que hoy es una auténtica oveja negra, ocupara masivamente el campo de la intriga criminal, los lectores del género que se conoció como Crimen y Misterio bebíamos de las dos primeras fuentes –policíaco, thriller- en estado de felicidad.